DIA CONTRA EL MALTRATO INFANTIL
ABRIL 25 – 2019
Con pena histórica permítanme ratificar que en Colombia tenemos una
cultura muy, pero muy violenta. Y esta es la causa de por qué, en el FUNDACIÓN
SCARPETTA GNECCO, dedicamos grandes esfuerzos y acciones decididas para evitar
tanta violencia enquistada hacia los niños. Como educadores debemos
enfrentarnos al mal de los males, a la causa de tanta deshonra y esta
desventura es la violencia intrafamiliar. Medicina legal lo evidencia, año tras
año, cuando dice que nuestro mayor problema como sociedad es ese, sus cifras
son escalofriantes.
La violencia intrafamiliar es la que causan los padres a sus hijos
cuando ejercen el castigo físico, sobrepasan los límites del control y
demuestran qué sucede cuando nos alteramos, nos ofuscamos, nos volvemos déspotas,
tiranos y verdaderos monstruos de carne y hueso en nuestro hogar. Como adultos reproducimos en modo automático escenas violentas, sin darnos
cuenta del monumental error -personal, social e histórico- que estamos
cometiendole a los niños.
Hemos confundido generación tras generación educar con maltratar, formar
con castigar. No les vamos a echar eternamente la culpa a tantos padres de
tantos colombianos que salieron de sus casas huyendo de la violencia de su
propio hogar. Pero si debemos hacer un alto y modificar esas pautas de crianza,
de cultura violenta que hemos tenido.
Las escuelas (inclúyase los CDI, los hogares, los jardines
infantiles y los colegios privados) son los lugares de recepción, de prevención
y de apoyo a tanta violencia. Estos centros
sustitutos – pues la familia es la primera- son los lugares para cuidar y
sembrar la esperanza de los niños. Son espacios para construir y reconstruir el
futuro de tantas generaciones deseosas por salir adelante.
Para cambiar nuestra cultura, con ese sino marcado por la violencia,
necesitamos más y mejores lugares dedicados a cultivar la crianza, a generar buenas prácticas. No estamos
esperando que la educación cambie, precisamente estamos preparándola para que asuman el reto de educar comunidades, entiéndanse los niños, sus padres y los docentes y cuidadores que pasan significativamente por sus vidas.
Con nuestros aliados de la Alianza para la Buena Crianza vamos a
dejar UNA HUELLA PARA SIEMPRE. Por eso estamos preparando a los
docentes, cuidadores, padres y madres para asumir situaciones difíciles y
ayudarles a no caer en el irrespeto, el abuso o en la desidia a los que se ven confrontados tanto en el afuera como en el adentro.
Como colombianos y como educadores debemos refundar las relaciones, reconstruir el tejido
social y darle pleno reconocimiento a la convivencia como parte fundamental para
el aprendizaje. Sin este elemento no podemos salir adelante como sociedad y
como escuela que somos todos. Al volver la convivencia un eje supremo (prioritario, mayor y esencial) de la educación podremos ir enfrentando y pasando esta página de
horror que hemos vivido. Será esta una meta por alcanzar entre los colombianos,
tal vez el mayor de todos los retos colectivos: ser un país posible para
nuestros niños.
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