martes, 16 de abril de 2019

CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO 2018


Discurso leído en la entrega de ganadores del CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO 2018
ICESI - DIC. 5 DE 2018 


CONCURSO DE CUENTOS INFANTILES PALABRARIO & NUMERARIO 2018
Los pequeños grandes escritores

Desde la fundación Scarpetta Gnecco quiero contarles la experiencia de leer 140 cuentos infantiles de Palabrario & Numerario 2018, los cuales serán premiados por las mismas instituciones educativas en donde fueron creados.  

Con estos 24 cuentos ganadores, los que he tenido el privilegio de leer, me queda la mágica sensación de haber estado reunido con pequeñas grandes personas en donde no importó su edad cronológica. Con su escritura discurrí el velo a lo qué sienten, qué piensan, qué elaboran, qué viven y sobre todo cómo escriben o mejor describen -en clave de ficción- el tiempo que estamos viviendo. Son unos verdaderos relatores, cuenteros y narradores de una región y un país que nos está costando -sinceramente- habitar y transformar.

  • ·        ¿Quién dijo que los niños no escriben? ¿Quién?
  • ·        ¿Quién dijo que no sienten? ¿Quién?
  • ·        ¿Quién dijo que no son protagonista de este presente azaroso e incierto? ¿Quién?

Permítanme resolverles las impresiones que me ha dejado este ejercicio, nada sencillo y más bien crudo, por sus matices dramáticos.  

Nuestros niños sienten. En sus relatos comprenden al plasmar las emociones más intensas como el destierro, el desarraigo, la tristeza, la amargura, la desesperanza y la muerte misma. Son capaces de captar la vida ambigua en las ciudades, tan solitaria como aglomerada. Narran lo que sucede cuando nos alejamos de la naturaleza, del verde, del campo, del olor de las frutas frescas y las verduras recién recogidas, de los animalitos que sienten mejor que las personas. Captan el amor y el desamor entre los padres, la tragedia de la violencia en todas sus vertientes.

Nuestros niños saben dónde están, que está pasando con el mundo, perciben el desastre ambiental. Pero con sus ideas sanadoras mejoran este mundo, al que le cuesta cambiar sus prácticas depredadoras.

Nuestros niños piensan. Son capaces de entender que hay un otro lector, también susceptible de entender lo que dicen. Pueden ponerse en sus zapatos, mantienen la tensión en sus relatos, asumen el conflicto como clave de aprendizaje, nos llevan y transportan a otros mundos, espacios y tiempos posibles gracias a sus ideas. Pueden y son más que capaces de generar ficción.  

Nuestros niños elaboran. Saben a ciencia cierta qué está pasando, comprenden los conflictos, captan las situaciones, entienden las querellas y sobre todo, a veces mejor que los adultos, plantean soluciones a los conflictos que viven, desde desenlaces utópicos, pasando por los sensatos hasta los mejor elaborados.

Nuestros niños redactan. Tienen la posibilidad de manejar los tiempos de la narración, desde el pasado, el presente e incluso lanzarnos al futuro con cierta antelación. Planean y preven lo que el otro va a sentir.  En el relato, por corto que sea, van llevando el proceso y lo sueltan a la mitad, para que el lector piense lo que quiera y desarrolle su propia idea, elaboración o trama por inverosímil que parezca.

Nuestros niños no tragan entero. Saben quién es quién, quien los quiere, quien los odia. Quien vela por su futuro, quien los destruye. Intuyen la flaqueza de los tibios o la grandeza de los simples. Entienden que para vivir en sociedad debemos corresponder las emociones, enfrentar los conflictos y transformar tanto destino incierto. Son éticos, buena gente, capaces de mostrarse tal y como piensan, sin disimulos, sin tapujos, con o sin misterios. Entienden que la escritura es, más que un panfleto, un vehículo de movilización y de realización humana.

Nuestros niños escriben. No importa la edad, los niños captan lo que les rodea y lo plasman en los renglones. Garabatean, dibujan y algunos se explayan en la erudición más profunda. Son capaces de enfrentar una idea y desenvolverla en un trozo de papel. Son aptos para cualquier concurso de escritura, eso sí siempre y cuando haya un buen motivo.

Nuestros niños viven, sobreviven, surgen y resurgen. Aquellos que han vivido situaciones catastróficas, emociones altamente desestabilizantes, pueden traducirlas en su diario palabrario, son resilientes de este pedazo de mundo condensado en un cuaderno. Los niños no ocultan sus sentimientos, los plasman magistralmente en sus escritos, son transparentes, emotivos, son cívicos, son capaces de salir de sus propios intereses y poner los intereses colectivos por encima de los propios.

Nuestros niños sueñan. Son conscientes de la transformación que debemos tener para enfrentar el mañana, desde el trampolín que es la escuela son capaces de mirar hacia el cielo y escudriñar el futuro incierto. Sin duda pueden ficcionar, narrar y elucubrar. Pueden mirar tanto con criticidad como con esperanza y con la escritura -como motor de sus alas- podrán enfrentarse a tanto monstruo acechante.

Son y seran capaces de pasar la página y ver un país mejor, una comunidad posible, una escuela: donde se pueda dar una educación que permita soñar.
Con este ejercicio de 1400 cartas, ratifico que la escritura es un encuentro sensible, elocuente del tiempo que estamos viviendo. La escritura nos permite entender mejor lo que estamos sintiendo. Que más podemos pedirle a los trazos personales escudriñadores, reparadores y resilientes.
  • ·        Con estos textos conmovedores me quedo yo.
  • ·        Con estos pequeños grandes escritores me quedo yo.
  • ·        Con estos docentes que han hecho que todos estos niños escriban me quedo yo.
  • ·        Con estas instituciones que buscan talentos en sus niños desde las edades más pequeñas me quedo yo.

Muchas gracias a todos por ser transformadores de destinos, los invitamos a que sigan alentando el proceso escritural. Más allá de la forma, encuéntrense con lo que quiso decir el estudiante. Lean el texto en clave de afecto y de valoración. La escritura esconde tragedias personales insospechadas, recíbanlas como un acto confidente, como yo lo he hecho en estas horas de encuentro, mas que con la ficción, con la realidad humana: tan pocas veces cómica, tan muchas veces trágica. 


Esteban Ortiz
Cali, diciembre 5 de 2018.

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